Necesito un buen comienzo para esto, tal vez un "Érase una vez..." o bien podría ser un "Una soleada tarde de..."pero no lo tengo. Estoy junto a la persona que me hace sentir bien, que me gusta, que yo le gusto y que me quiere. Es posible que escribir sobre amor no sea lo mío, pero plasmar esa tarde aquí es lo que deseo para no olvidarla nunca.
Caminaba de su mano esa tarde, una tarde de un día cualquiera. Observábamos las vitrinas de las tiendas, reíamos, así sin más, sin complicaciones.
- ¿Quieres sentarte afuera? - dijo mientras me abrazaba.
- Claro, pero ¿Y el helado que prometiste? - le dije, acompañado de su respectivo puchero -. ¿O es que el niño ya no cumple sus promesas? Porque un helado es importante tanto com...
- De acuerdo, de acuerdo, el helado y nos sentamos en el parque.
- ¡Pero se va a derretir! -halé su mano para tener su atención -. Está bien, está bien, helado y al parque. Uy con esa mirada matas a cualquiera.
Rodó sus ojos y sonrió. Me encantaban sus ojos, me encantaba su sonrisa, creo que me encantaba todo de él.
Tuve mi helado por supuesto, pero no crean que esto se rata sobre el helado, se trata sobre lo que sucedió al llegar al parque.
- Quiero hacer un experimento contigo. ¿Quieres ser mi conejillo de indias, lindo? - dije con mi mejor sonrisa -. Prometo no va a dolerte, a menos que quieras.
Reí y lo besé al ver su expresión.
Finalmente aceptó. Le pedí que se sentara frente a mí y cerrara los ojos para que el resto de sus sentidos pudieran participar. Comencé por sus manos, acariciándola, tomándolas entre las mías, viendo cómo encajaban de la forma más simple y perfecta que puede haber. Observé cada detalle de ellas, sus dedos, sus venas, cada línea. Sentí el pulso de sus muñecas con mis dedos, sentí cómo la vida estaba en su cuerpo. Recorrí sus brazos, me sonrojé al notar lo marcados que estaban, él no pudo verme y el viento que soplaba haría volver mi piel a su color de nuevo así que no me preocupé. Seguí al cuello, conté cada lunar que había, quise besarlos, cada uno, y volverlos a besar, pero no era el lugar ni el momento. Continué con el recorrido, llegué a su cabello, lo acaricié, lo peiné, pasé mis dedos por el borde de su cabello, ese límite que debía pasar para llegar a su rostro. Creo que fue allí cuando lo noté, su respiración se había acelerado,luchaba por no abrir los ojos, en el fondo sabía que quería agarrarme a besos allí mismo, transpiraba pasión por cada poro.
- No abras los ojos, mi amor. Porque tendré que comenzar de nuevo - suspiré a poca distancia de su cuello, a lo que mordía el lóbulo de su oreja con delicadeza. Sonreí -. Quieto.
Inspiró con fuerza, se concentró, intentó relajarse y dijo: "Me torturas." Pero no abrió los ojos.
- Te quiero -le recordé.
- También te quiero, mi cielo.
Estaba desesperada por llegar a la última parada, tendría que se paciente si no quería arruinarlo. Toqué sus mejillas suaves, quise grabar cada aspecto de su rostro en mi mente. Llegué a sus párpados, que ocultaban sus hermosos ojos cafés.
Personalmente, apoyo fielmente la idea de que los ojos son la ventana del alma.
Un consejo: "Pon atención a los ojos de una persona, hallarás cosas que nunca ha dicho. Pero... no la mires mucho porque puede llevarte a su universo y nunca traerte de vuelta, es que todos nos perdemos en los ojos de alguien." Lo leí alguna vez, y sigo creyéndolo.
Seguía observando sus largas pestañas, castañas y hermosas que mantenían en secreto los ojos que son capaces de hipnotizarme. Su nariz larga, redondeada y delgada. ¡Por fin! Sus labios sensuales, finos, que me incitan a la locura (muy cliché, pero muy cierto), carnosos, que provocaban en mí esas sensaciones que no están permitidas a aquellos que desconocen la pasión. Toqué con mi pulgar la suavidad de sus labios, con mi dedo índice recorrí las comisuras de su boca, cada borde... Me aparté, lo observé por un breve momento. Decidí besarlo antes de que abriera los ojos. Antes de que cayera el sol y mi amiga luna saliera a saludar.
Me observó y sonrió.
Fue allí cuando supe que siempre sería mío y yo siempre sería de él.
Lo abracé, me acurruqué en su regazo, contra su pecho, cerrando los ojos, inspirando su olor, sintiendo su calor y su amor. Ahí entre sus brazos me sentí feliz.
Entonces, ahí en medio de aquél parque le susurré tan bajo que ni mi corazón pudo oír:
- Te amo.
- Lo sé pequeña, lo supe antes de que tú lo supieras. Así eres tú, amando a tu manera. Yo te he amado desde el primer momento en el que te conocí - besó la coronilla de mi cabeza.
---

Sonó la alarma hasta el cansancio. No pudo haber sido un sueño. Volteé, buscándolo en mi cama. Ahí a mi lado solo estaba mi soledad...
Maldita sea.
- Quiero hacer un experimento contigo. ¿Quieres ser mi conejillo de indias, lindo? - dije con mi mejor sonrisa -. Prometo no va a dolerte, a menos que quieras.
Reí y lo besé al ver su expresión.
Finalmente aceptó. Le pedí que se sentara frente a mí y cerrara los ojos para que el resto de sus sentidos pudieran participar. Comencé por sus manos, acariciándola, tomándolas entre las mías, viendo cómo encajaban de la forma más simple y perfecta que puede haber. Observé cada detalle de ellas, sus dedos, sus venas, cada línea. Sentí el pulso de sus muñecas con mis dedos, sentí cómo la vida estaba en su cuerpo. Recorrí sus brazos, me sonrojé al notar lo marcados que estaban, él no pudo verme y el viento que soplaba haría volver mi piel a su color de nuevo así que no me preocupé. Seguí al cuello, conté cada lunar que había, quise besarlos, cada uno, y volverlos a besar, pero no era el lugar ni el momento. Continué con el recorrido, llegué a su cabello, lo acaricié, lo peiné, pasé mis dedos por el borde de su cabello, ese límite que debía pasar para llegar a su rostro. Creo que fue allí cuando lo noté, su respiración se había acelerado,luchaba por no abrir los ojos, en el fondo sabía que quería agarrarme a besos allí mismo, transpiraba pasión por cada poro.
- No abras los ojos, mi amor. Porque tendré que comenzar de nuevo - suspiré a poca distancia de su cuello, a lo que mordía el lóbulo de su oreja con delicadeza. Sonreí -. Quieto.
Inspiró con fuerza, se concentró, intentó relajarse y dijo: "Me torturas." Pero no abrió los ojos.
- Te quiero -le recordé.
- También te quiero, mi cielo.
Estaba desesperada por llegar a la última parada, tendría que se paciente si no quería arruinarlo. Toqué sus mejillas suaves, quise grabar cada aspecto de su rostro en mi mente. Llegué a sus párpados, que ocultaban sus hermosos ojos cafés.
Personalmente, apoyo fielmente la idea de que los ojos son la ventana del alma.
Un consejo: "Pon atención a los ojos de una persona, hallarás cosas que nunca ha dicho. Pero... no la mires mucho porque puede llevarte a su universo y nunca traerte de vuelta, es que todos nos perdemos en los ojos de alguien." Lo leí alguna vez, y sigo creyéndolo.

Me observó y sonrió.
Fue allí cuando supe que siempre sería mío y yo siempre sería de él.
Lo abracé, me acurruqué en su regazo, contra su pecho, cerrando los ojos, inspirando su olor, sintiendo su calor y su amor. Ahí entre sus brazos me sentí feliz.
Entonces, ahí en medio de aquél parque le susurré tan bajo que ni mi corazón pudo oír:
- Te amo.
- Lo sé pequeña, lo supe antes de que tú lo supieras. Así eres tú, amando a tu manera. Yo te he amado desde el primer momento en el que te conocí - besó la coronilla de mi cabeza.
---

Sonó la alarma hasta el cansancio. No pudo haber sido un sueño. Volteé, buscándolo en mi cama. Ahí a mi lado solo estaba mi soledad...
Maldita sea.
<3 _ <3 Ame cada palabra, cada detalle y aun mas la pasión que emana con cada una de ellas al compartir este sueño perfecto.
ResponderEliminarLo imaginé, lo viví... Y desperté al final con la misma reacción tuya. Te has ganado un fan.
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